Lo conocí en un simposio de poetas nuevos en plena renovación de la realidad de los años ochenta. Juan Manuel Jódar era de un pueblecito de La Contraviesa, ahora no recuerdo cuál. Venía de trabajar la tierra y los versos y contaba a todo el mundo que tenía «muchas cosas por decir». Entre sus proyectos estaba escribir la tercera parte del Quijote como Avellaneda la segunda o como Menard, por más que Alonso Quijano para entonces estuviera más que muerto. Algo que para él no era un impedimento porque pensaba resucitarlo como un hijo natural de Dulcinea y juntarlo con los hijos de Sancho.
A veces me viene su imagen y me pregunto si emprendería tan ingente tarea.