El cuento del millón de cuentos
26.4.20
¿Alguien me puede ayudar a narrar este cuento?, escribió el autor al comenzar su ficción. Y un millón de lectores imaginaron, cada uno de ellos, una narración distinta a la idea original. Le contaron el relato de sus vidas y, en su cabeza, escuchó el zumbido interior de una colmena, el trabalenguas de la Torre de Babel, un restaurante en hora punta, el patio de un colegio a la hora del recreo, una peluquería un sábado por la tarde y las turbinas de un avión en el despegue. Tras la experiencia comenzó un relato sobre el silencio, precisamente, este que ahora enmudece
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
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3 apostillas:
Genial el final. Un abrazo
A eso lo llamé yo"El libro de las fuentes", porque son infinitas las personas que se te acercan y te sugieren que su vida o la de alguien que ellos conocen "sí que es de novela". ¡Lo que cuesta convencerlos de que la tarea del novelista es "crear" la vida, no beberla de las fuentes, ¡y menos si te llega contaminada por narradores con mucho entusiasmo y ninguna pericia...!
Con todo el respeto y ante todo pidiendo perdón he utilizado sin ningún fin de publicarlo, ni que otros lo hagan. tu idea, y he querido crear mi propio relato,solo la intención de escribir unas ideas. mi propio cuento. y con tu permiso lo dejo aquí escrito para que conste que usé un trocito de tu arte. espero no haberle ofendido y si es así pido perdón.
Volveran las prisas, los atascos mañaneros, los gritos y las faltas de respero. El comportamiento egoista de la musica celestial del claxon de los coches acompasados por el rugir de sus motores, volveremos a mirar a otro lado, el trabalenguas de la Torre de Babel junto al bullicio de los puestos del mercado, restaurantes en hora punta, el patio de un colegio a la hora del recreo, una peluquería un sábado por la tarde y las turbinas de un avión en el despegue.
Volveremos al precioso ruido, ese que con tanto anhelo deseamos y añoramos cuando miramos por la ventana esperando oir una voz.
Buscamos ese ruido infernal que nos transporte a sentir que la ciudad está viva y nosotros con ella.
Olvidaremos aquellos sonidos que nunca se fueron, esos que nos acompañan mas allá del extres, melodias de cuna para dormir, suaves susurros auditivos que poco a poco volveran al olvido.
Sonidos simples pero hermosos cuando no habia ruido. El traqueteo de las agujas del reloj bailando al rito de las horas, el obsceno guiñar de los semaforos que nos invitan a cruzar, las conversaciones de salón de dos parajillos en el alféizar del balcón,el sonido del viento surrurar al amanecer o la preciosa melodía perfectamente sincronizada del propio latido del corazon.
Tras la desescalada al ruido comencé este relato sobre el silencio, precisamente, este que ahora enmudece y que no volveremos a escuchar.
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