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Desmoronados

17.4.20



Cunde el desánimo. Por días, me derrumba pensar que no habrá mucho bueno cuando retornemos a la vida que dejamos pendiente. Y pienso que es normal, que no por ser diferentes las circunstancias que nos asisten, hemos dejado de ser vulnerables y nuestras emociones ya no se alteran. 

Escucho hablar a esas voces totémicas, que lo saben todo con lucidez y experiencia, echar un jarro de agua fría sobre nuestra frágil conciencia. Empeora el paisaje porque vuelven a dibujar ese mundo viejo que hemos dejado atrás donde seremos seres más endeudados. 

Hace años pedí, a rescoldo de aquella frase nihilista que decía: «paren el mundo que me quiero bajar», un frenazo y parar la fuerza inercial en la que se mueven nuestras vidas. 

¿No sería esta una oportunidad única de bajarnos de todo aquello que en nada nos procura el bienestar y empezar, suavemente, un movimiento cuya velocidad podemos manejar, para ser conductores y no conducidos?



Frenazo

16.1.06



Implicados en el vertiginoso ritmo que impone esta sociedad a nuestras vidas, a veces deberíamos frenar en seco. Sería para comprobar cómo la gravedad hace que el mundo gire sin nuestra ayuda. Un símil de aquella frase ácrata pintada en muchas paredes en la que se podía leer: «que se pare el mundo que me quiero bajar».