Ocurrencias

26.11.24


—La casa se hace más grande y más cuando se vacía de personas y, entonces, es cuando surgen las elucubraciones.

—Estando solita en casa una tarde, cogí un lápiz y una cuartilla y empecé a esbozar un diccionario. Al principio, pensé que sería un trabajo breve, unos seis meses, pero se convirtió en 15 años. Esta labor es un reflejo de mi compromiso con la lengua y con la idea de que cualquier libro, en cualquier lugar, debe estar al alcance de cualquier persona.

—Usted suele decir que su diccionario es único en el mundo. ¿Qué lo hace diferente del diccionario de la Academia?

—El diccionario de la Academia es el diccionario de la autoridad. En el mío, no se ha tenido demasiado en cuenta la autoridad. Yo lo concebí como un instrumento para guiar en el uso del español, tanto para quienes lo tienen como idioma propio como para quienes lo están aprendiendo. Mi enfoque es más práctico y accesible.

—Como para quien quiere aprender.

—La educación es la base del progreso. Considero que leer es un derecho, incluso espiritual. Debemos aspirar a una organización que permita que cualquier lector, en cualquier lugar, pueda conseguir cualquier libro que le interese. La igualdad en el acceso al conocimiento es fundamental.

—Ya no hay filólogos que dediquen media vida a hacer un diccionario como el suyo.

—Las nuevas tecnologías han convertido esta tarea en una labor colectiva. Ya no se trata de un esfuerzo solitario; el conocimiento y la lengua evolucionan constantemente, y es esencial que todos participen en este proceso. Este cambio es positivo, ya que enriquece el idioma y lo hace más inclusivo.

—¿La clase de su diccionario está en la usabilidad?

—La denominación de uso aplicada a este diccionario significa que constituye un instrumento para guiar en el uso del español, tanto a los que lo tienen como idioma propio como a aquellos que lo aprenden y han llegado, en el conocimiento de él, a ese punto en el que el diccionario bilingüe puede y debe ser substituido por un diccionario en el propio idioma que se aprende.

—Nunca te dejaron entrar en la Academia a pesar de su insigne obra.

—Desde luego, es una cosa indicada que un filósofo entre en la Academia y yo me quede fuera. Sin embargo, si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, dirían: «¡Pero, y ese hombre, ¿cómo no está en la Academia!?» Mi exclusión resalta las desigualdades aún presentes en el reconocimiento de las contribuciones de las mujeres en el ámbito académico y cultural.

—¿Qué misión tiene un bibliotecario?

—El bibliotecario, para poner entusiasmo en su tarea, necesita creer en estas dos cosas: en la capacidad de mejoramiento espiritual de la gente a quien va a servir y en la eficacia de su propia misión para servir a ese mejoramiento.



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