Todo comenzó con un imperceptible picor en la garganta. Sonaban los violines y violas de la orquesta que se animaba con los primeros compases de la novena de Mahler. Respiró hondo y no le dio más importancia, deleitándose con la pletórica dulzura de aquella música que expresaba con profunda emoción, un esplendor de sensaciones y exuberantes sentimientos.
Siguió
un minúsculo carraspeo a la par que los músicos se ofuscaban con el andante cómodo y los metales y cuerdas
parecían estallar; algo que le animó a tragar saliva y aclarar la voz, antes de
que los acordes murieran en las últimas resonancias de un clarinete anterior al
primer silencio del concierto.
Tosió,
entonces, de forma sonora y apremiante, amenazando la interpretación y
realizando una proclama premonitoria del espectáculo que se avecinaba. Fagotes,
trombas y violines acudieron en su ayuda al surgir el segundo de los
movimientos y el carácter lúdico de la melodía lo relajó en el asiento,
aprovechando la intervención de timbales y bombos para desahogarse y volver a
carraspear. Así acompasó cada golpe de tos con la sonoridad grave de los
porrazos secos y resonantes de la percusión.
Salvo
la señora contigua nadie se percató del protagonismo de su tos, en tanto el
sonido de los intérpretes se desinflaba al término de In Tempo eines gemächlichen Ländlers, momento en el que buscó con
urgencia un pañuelo en su americana, metió la cabeza entre sus piernas y
expectoró con todas sus fuerzas. Le favoreció el murmullo de la audiencia y el
trasiego de la afinación previo a que el rondo
burleske irrumpiera con brío en la sala.
El
espíritu marchoso del tercer movimiento lo contagió y su tos afinada se integró
en la agrupación musical, entretanto los solistas enfrascados en desentrañar
las notas mahlerianas se aplicaban con tenacidad en la ejecución.
Los
espectadores comenzaron a seguir atentos y entusiasmados su actuación de
estornudos, desatendiendo el clímax de los metales del cuarto movimiento, hasta
conseguir con su doloroso expeler ser el principal instrumento.
Paró
de toser en la última pausa del recital para arrancar con un adagio en
si-be-cof, cof, cof mayor, cuando la batuta del director se lo ordenó. Los
músicos, emocionados, dejaron de tocar ante aquel do de pecho sublime de tos
mientras él moría, en un adagissimo
convulsivo de tosferina.
El
público del auditorio, puesto en pie, ovacionó durante un intenso y larguísimo
rato, su prodigiosa sinfonía tosida.
3 apostillas:
Buena integración de las excreciones orgánicas con la pieza sinfónica. Buen relato.
Pues fue un espectaculo que resultó brillante.
De ovación. Un abrazo
Otro significado nuevo para "tostón"...
Publicar un comentario