Tos sinfónica

15.1.23

Todo comenzó con un imperceptible picor en la garganta. Sonaban los violines y violas de la orquesta que se animaba con los primeros compases de la novena de Mahler. Respiró hondo y no le dio más importancia, deleitándose con la pletórica dulzura de aquella música que expresaba con profunda emoción, un esplendor de sensaciones y exuberantes sentimientos.

 

Siguió un minúsculo carraspeo a la par que los músicos se ofuscaban con el andante cómodo y los metales y cuerdas parecían estallar; algo que le animó a tragar saliva y aclarar la voz, antes de que los acordes murieran en las últimas resonancias de un clarinete anterior al primer silencio del concierto.

 

Tosió, entonces, de forma sonora y apremiante, amenazando la interpretación y realizando una proclama premonitoria del espectáculo que se avecinaba. Fagotes, trombas y violines acudieron en su ayuda al surgir el segundo de los movimientos y el carácter lúdico de la melodía lo relajó en el asiento, aprovechando la intervención de timbales y bombos para desahogarse y volver a carraspear. Así acompasó cada golpe de tos con la sonoridad grave de los porrazos secos y resonantes de la percusión.

 

Salvo la señora contigua nadie se percató del protagonismo de su tos, en tanto el sonido de los intérpretes se desinflaba al término de In Tempo eines gemächlichen Ländlers, momento en el que buscó con urgencia un pañuelo en su americana, metió la cabeza entre sus piernas y expectoró con todas sus fuerzas. Le favoreció el murmullo de la audiencia y el trasiego de la afinación previo a que el rondo burleske irrumpiera con brío en la sala.

 

El espíritu marchoso del tercer movimiento lo contagió y su tos afinada se integró en la agrupación musical, entretanto los solistas enfrascados en desentrañar las notas mahlerianas se aplicaban con tenacidad en la ejecución.

 

Los espectadores comenzaron a seguir atentos y entusiasmados su actuación de estornudos, desatendiendo el clímax de los metales del cuarto movimiento, hasta conseguir con su doloroso expeler ser el principal instrumento.

 

Paró de toser en la última pausa del recital para arrancar con un adagio en si-be-cof, cof, cof mayor, cuando la batuta del director se lo ordenó. Los músicos, emocionados, dejaron de tocar ante aquel do de pecho sublime de tos mientras él moría, en un adagissimo convulsivo de tosferina.

 

El público del auditorio, puesto en pie, ovacionó durante un intenso y larguísimo rato, su prodigiosa sinfonía tosida.

 


N. del A. Es recomendable poner de fondo la Sinfonía n.º 9 de Mahler 

3 apostillas:

Joselu dijo...

Buena integración de las excreciones orgánicas con la pieza sinfónica. Buen relato.

Albada Dos dijo...

Pues fue un espectaculo que resultó brillante.

De ovación. Un abrazo

Juan Poz dijo...

Otro significado nuevo para "tostón"...