Tú ponte en mi lugar

11.7.21



Fui a visitarlo al hospital después del grave accidente que había sufrido al quemarse en una explosión de un cuadro de luces donde trabajaba. Tras preguntarle cómo se encontraba me contestó: «esto es para mí». 

Entonces le pedí que desalojará la cama y su dolencia y me puse en su lugar. Y, efectivamente, lo miré tendido y sentí su dolor, desesperante y profundo. Ahora él me sonreía feliz. 

En ese instante llegaron unos familiares a visitar al paciente que ignoraban lo que estaba ocurriendo y comenzaron a hablar. Conversaban hasta por los codos de trivialidades y como no me podía mover del lecho por las heridas, mi amigo me dio de beber agua con una pajita y me secó la boca con un pañuelo de papel. Después continuó hablando, alegremente, con las personas que habían ido para saber sobre su salud. Divagaban sobre mi aspecto deteriorado por las quemaduras y lo mal que debería estar pasándolo, no sin darme todo tipo de ánimos. 

Al poco llegó una enfermera y me tomó la temperatura, miró mis constantes vitales y me proporcionó la medicación, mientras comprendía, cada vez más, por lo que pasaba. Después entró el doctor y mandó desalojar la habitación del personal innecesario. Se marchó, según creí escuchar, a la cafetería a tomarse algo con los parientes. 

Desde ese momento llevo cuarenta días hospitalizado y él no ha vuelto ni para que le den el alta.



4 apostillas:

José A. García dijo...

Ya no creo que regrese...

Saludos,
J.

Albada Dos dijo...

Pues igual ni regresa. Imaginativo texto.

Un abrazo

Joselu dijo...

Un relato que expresa lo que seguramente sienten muchos enfermos en los hospitales ¿Por qué yo? ¿Por qué no tú? Tiene ingenio y crueldad, afilado como un cuchillo gallego -de los de antes-.

Bubo dijo...

Eso es un amigo, el otro es un hijo de puta.

Original el texto.