Quejas vecinales
21.2.21
Cuando trabajaba a media mañana en la redacción, sonó el teléfono. Llamaba un hombre pidiendo ayuda para resolver un problema que le inquietaba desde hacía más de tres décadas. Con paciencia escuché cómo hilaba con palabras su historia que había avejentado tanto como el narrador que la contaba. Lentamente fui conociendo los detalles de su folletín personal mientras con cachaza periodística le interrogaba sobre las cuestiones que desgranaba con aplomado énfasis. Lisandro había imaginado el trazado de una calle invisible que, misteriosamente, dividía la minúscula pedanía donde vivía desde que nació, en dos mitades, a un lado los polimorfos y al otro los uniformes por su forma de pensar. Sus dificultades, con los sucesivos gobiernos locales, comenzaban cada vez que les planteaba la urbanización de esa línea imaginaria, no por imposible sino por incapacidad presupuestaria.
Etiquetas: cuentos de domingo, cuentos diminutos
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4 apostillas:
Ese tipo tiene una imaginación perfecta, pero la división tal vez no es onírica, ¿eh?
Un abrazo
Esa división imaginaria es real y todos la practicamos. A un lado yo y al otro, todos los demás. A un lado los míos y al otro, todos los demás, sean polimorfos o uniformes...
Siempre hay forma de ahorrarse unos dineros...
Saludos,
J.
NO lo han pensado bien. Si no... aprueban el presupuesto de la calle invisible por un pastizal que podria terminar en el bolsillo de algun politico.
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