Charla con un polímata
26.11.13
—Francia no paga traidores.
—Pareciera, en efecto, que las masas se equivocan y los individuos siempre tienen razón.
—Para ser Boris Vian, debería compensarle por lo que le hicieron.
—Yo no busco la felicidad de todos los hombres, sino la de cada uno de ellos.
—Eso parece excitante y rutinario.
—La costumbre debilita las impresiones.
—Y la imaginación las refuerza.
—Toda la fuerza de las páginas de demostración que siguen procede del hecho de que la historia es enteramente verdadera, ya que me la he inventado yo de cabo a rabo.
—Por eso desconfiaron de usted.
—El terreno de lo posible es muy amplio cuando no hay temor a que la luz se encienda.
—Y si lo hace se verá qué es importante.
—En la vida, lo esencial es formular juicios a priori sobre todas las cosas. En efecto, parece ser que las masas están equivocadas y que los individuos tienen siempre razón. Es menester guardarse de deducir de esto normas de conducta: no tienen por qué ser formuladas para ser observadas. En realidad, sólo existen dos cosas importantes: el amor, en todas sus formas, con mujeres hermosas, y la música de Nueva Orleans o de Duke Ellington. Todo lo demás debería desaparecer porque lo demás es feo, y toda la fuerza de las páginas de demostración que siguen procede del hecho de que la historia es enteramente verdadera, ya que me la he inventado yo de cabo a rabo. Su realización material propiamente dicha consiste, en esencia, en una proyección de la realidad, en una atmósfera oblicua y recalentada, sobre un plano de referencia irregularmente ondulado y que presenta una distorsión. Como puede verse, es un procedimiento confesable donde los haya.
—Y por supuesto proyectable.
—Evidentemente, cuanto más obstáculos ha vencido uno, más tentado se siente de creer que ha llegado más lejos. Eso es falso: Luchar no es avanzar.
—Ni ser libre.
—Sólo se es libre cuando no se desea nada, y un ser perfectamente libre no debería desear nada. Y como yo no deseo nada, llego a la conclusión de que soy libre.
—Como en el querer.
—No se queda uno porque quiera a alguien: dejamos de irnos si no detestamos a nadie, y nos vamos cuando odiamos. Sólo lo desagradable nos mueve a obrar. Somos cobardes.
Etiquetas: aforismo dialógico, Boris Vian
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 apostillas:
Este prólogo de La espuma de los días es una de las referencias que habitúo utilizar. Eso de que solo hay dos cosas importantes y que el resto es feo es una evidencia que se impone en una mirada fuertemente pesimista como lo es ese espléndido relato que he mencionado. Hubo un tiempo en que fue libro de referencia para algunas generaciones de adolescentes a los que entusiasmaba la historia de Chloé y Colin.
Según vas creciendo comprendes que la vida, más que añadir cosas, consiste en quitarlas, en simplificar. La felicidad es, efectivamente, ir necesitando cada vez menos, pero sin dejar de moverse...
Publicar un comentario