—No le hacía por aquí, visitando bares.
—La verdadera felicidad cuesta poco; si es cara, no es de buena clase.
—O acaso se refugia de la muchedumbre.
—Una multitud es como un vasto desierto de hombres.
—Pues el desierto está agitado estos días y con demandas.
—La justicia es el pan del pueblo; siempre está hambriento de ella.
—Bueno aquí dentro siempre habrá algo que beber y comer y charla para no aburrirse.
—El aburrimiento no puede existir donde quiera que haya una reunión de buenos amigos.
—Cierto. Además estos de aquí de la barra quieren cambiar el mundo.
—Nuestras ilusiones no tienen límites; probamos mil veces la amargura del cáliz y, sin embargo, volvemos a arrimar nuestros labios a su borde.
—Ningunear los sueños es despreciable.
—No se debe usar el desprecio sino con gran economía, debido al gran número de necesitados.
—La necesidad aprieta cuanto más crecen los despreciables.
—Casi todos los crímenes que castiga la humanidad se deben al hambre.
—Y algunos con contundencia palmaria.
—La pena de muerte sólo se ha perpetuado por una especie de crimen legal.
—Por una palabra mala pronunciada.
—Hay palabras que solo deberían servir una vez.
—Brindemos pues con alegría, señor Chateaubriand, por este encuentro.
—La alegría de los hombres es una llama de leños de tristeza. Brota la llama, pero los leños están allí, y cuando se apaga la llama, quedan los leños, o el carbón o la ceniza, que es resto de los leños y no de la llama.
Encuentro causal
2.10.12
Etiquetas: aforismo dialógico, Chateaubriand
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