Un ex futbolista me comenta que, en Primera División, un profesional de los que no son famosos, puede cobrar hasta 600.000 euros por temporada, aparte de las primas. Los otros, los más conocidos son inmoralmente ricos.
El gremio de los futbolistas profesionales españoles es peculiar. No sólo por su grandes emolumentos, también lo son por su singular por su corrección política. Ninguna voz crítica se alza contra las injusticias del mundo, todos son creyentes y cuando ganan un trofeo van a ofrecerlo a alguna deidad católica.
Eso sí para calmar sus conciencias o por cuestión de imagen, en Navidad participan en calendarios, subastas y visitas a los hospitales con niños enfermos.
Nada que ver con ese juego que tanto apasiona a los chavales.