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Con la Iglesia hemos topado
9.12.15
—Señor Ingersoll vivimos en la apariencia, sin un daño moral sobre los actos que cometemos ¿nos lleva eso a alguna parte?
— En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias.
—Eso no es lo que predica la religión.
—La Iglesia ha sido la enemiga del progreso por el motivo de que se ha esforzado por impedir que los seres humanos piensen por sí mismos. Impedir el pensamiento es impedir todo progreso excepto en la dirección de la fe.
—Y la fe es sinónimo de religión.
—La religión no mantiene a nadie. Tiene que ser mantenida. No produce trigo ni maíz; no ara la tierra; no derriba bosques. Es una mendiga perpetua. Vive del trabajo de otros, y luego tiene la arrogancia de pretender que ayuda al que da.
—Cuánta inutilidad.
—Las manos que ayudan son más nobles que los labios que rezan.
—¿Y todos los cambios en nombre de la religión?
—Ningún dios ha sido más adelantado que la época que lo creó.
—En eso no son razonables sus predicadores.
—Discutir con un hombre que ha renunciado al uso de la razón, es como darle medicina a un muerto.
—Y alguien que renuncia a libertad de ser él mismo.
—Un creyente es un pájaro enjaulado; un librepensador es un águila que parte las nubes con alas incansables.
—Quizás la gente tenga miedo a pensar o no le han enseñado.
—El hombre piensa, debe utilizar todos sus sentidos; debe examinar; debe razonar. El hombre que no puede pensar es menos que un hombre; el hombre que no quiere pensar es un traidor a sí mismo; el hombre que teme pensar es un esclavo de la superstición.
—En ese sentido la humanidad está derrotada.
—La prueba más grande de valor en este mundo es saber sobrellevar una derrota sin perder el ánimo.
—No parece que avancemos.
—La verdadera civilización es aquella en la que todo el mundo da a todos los demás todos los derechos que reclama para sí mismo.
Etiquetas: aforismo dialógico, Robert G. Ingersoll
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