Recibimientos

8.11.25


La solidaridad es tantas veces criticada por quienes podrían ser sus beneficiarios, que asusta la honda ingratitud del corazón humano. Parece que ayudar se ha vuelto sospechoso y recibir, una herida al orgullo. Y olvidamos que la solidaridad no humilla sino que dignifica al que da y, por supuesto, al que acepta. Pero vivimos en tiempos donde la dependencia se confunde con debilidad y la empatía con ingenuidad, donar se interpreta como paternalismo y aceptar como derrota. Y sin embargo, toda sociedad se sostiene sobre el intercambio invisible del cuidado, porque nadie se salva solo, aunque a veces la autosuficiencia lo disfrace de virtud. Quizá el verdadero desafío no sea aprender a dar, sino reaprender a recibir y a reconocer en el gesto ajeno no una ofensa, sino una forma de humanidad compartida. Recibir con gratitud también es una forma de dar.


2 apostillas:

Campurriana dijo...

Porque nadie se salva solo.
Aunque no lo creas, venía caminando ahora mismo con este pensamiento en la cabeza, en las entrañas. La autosuficiencia de algunos se irá marchando con el transcurso de su vida... Es algo que solo precisa de tiempo.
Me ha gustado el mensaje que se muestra precisamente en una sociedad en la que se considera una virtud ser fuerte. Pues, a veces, señoras y señores, esto es imposible. Y no pasa NADA.

Joselu dijo...

Dar y recibir son solidarios, pero en una relación de igualdad, hay que dar un 25% más de lo que se espera recibir. Las madres son las únicas que dan sin esperar nada a cambio.