Cuentos de hoy día

30.7.23



Los cuentos modernos no tienen terapia contra la narrativa que describen. No son como aquellos otros que contenían una enseñanza o moraleja. Sus personajes hoy son seres atribulados en un mar de confusión, desgarro y supervivencia. Los interpretan quienes encuentran en el final la solución de su historia. Le ocurre al protagonista de este cuento quien lleva negándose a ser sí mismo desde que era un joven estudiante de Medicina. Entonces se propuso como reto personal sacarse una carrera pero desde que comenzó sabía que él no curaría a nadie, que todo lo que hiciera como galeno no serviría para sanar a los pacientes y que no valdría la pena ejercer su profesión. Y así estuvo dedicado a la práctica médica durante décadas hasta que empezó a ser tratado por sus colegas bajo el síndrome de no quiero ser yo mismo porque niego lo que soy y quién soy. No importaba la vida que había vivido, ni sus tres maravillosas hijas, ni sus nietas, ni el largo pacienciario de su compañera. Sabía que la vida era un absurdo dentro de un absurdo y que su conciencia era el soporte de esa aberración existencial. Ni sufro ni padezco, solía señalar a quienes lo interpelaban. Desanclarlo de donde estaba era inverosímil para todas las personas que acudían en su ayuda, en las que estaba incluido él. Su negación era la afirmación que lo negaba y lo hacía navegar sonámbulo por los días. Seguramente morirá de viejo y no de incertidumbre y, por ello, cuando se sitúa frente a él, es como la imagen depositada en la capa de plata del espejo donde se observa un cuerpo encarcelado semejante al suyo, imposible de sacarlo de ahí si no es rompiendo la estructura silicatosa.




3 apostillas:

José A. García dijo...

Excelente. Muy buena descripción de esa sensación de haber desperdiciado la vida, y de haberlo hecho sabiendo muy bien que se lo hacía.

Saludos,
J.

Bubo dijo...

A veces, algo o alguien, rompe la estructura y aunque haga temblar y hacernos caer puede que desde el suelo y sin andamios se vea mejor la vida.

Albada Dos dijo...

Los cuentos no son como eran, pero la vida sigue siendo una aventura, con o sin moraleja.

Un abrazo