Paisaje interior

14.4.18



De corriente levanto la vista por encima de la pantalla del ordenador y con la mirada me alejo de lo que escribo. Es un gesto casi mecánico que me eleva sobre el texto. Me gusta mirar el horizonte, la lejanía cercana a la mirada que alcanza a ver la finitud de un espacio en una línea de mar o en un perfil de montaña, cuando no en las techumbres de los edificios. 

Allí donde se detiene la mirada, la imaginación continúa su camino para ver qué lejos puede ir, hasta dónde llegar para crear un paisaje que no está a la vista y, en cambio, aflora con todos sus detalles. 

Después cierro los ojos y en una prodigiosa función todo se transforma y la mente aventurera comienza la construcción de historias.

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