Distópicos
10.2.17
Fue mi ceremonia iniciática. Ahora no recuerdo qué se reivindicaba pero quedamos a las diez de la noche para pegar unos carteles que protestaban contra algo injusto o por algo revolucionario. Cambiar el mundo significaba entonces acabar con los viejas verdades dogmáticas y levantar la bandera de la libertad. Enterrar el viejo régimen y construir una nueva sociedad más fraternal e igualitaria.
Aquella noche, mientras colocábamos en las paredes de un casaron antiguo y señorial los carteles, un hombre de tieso bigote y pelo plateado, salió gritando al balcón, haciendo aspavientos para que nos alejáramos y empuñando una pistola nos amenazó.
Hasta que él, le gritó: «cállate ya, grillo de medianoche». Y nos largamos de allí para seguir la conquista de los días.
Hoy, cuando la noche oscura del tiempo nos ha cubierto con su manto, me vuelvo a encontrar con él y se sonríe, emocionado, cuando le menciono la anécdota. Recuerda que fueron buenos tiempos y escupe al suelo para hablar de su desenlace en este presente, cuando el pragmatismo ha vencido a la sangre jacobina y a las ganas de utopía.
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1 apostillas:
¡Huy lo que ha dicho, "jacobina", en esta España de Taifas...! La nostalgia es una miel amarga.
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