A la palestra

29.11.12



El yo social proyecta, a diario, su significado en las redes sociales. En ellas millones de personas comparecen para comunicarse y también para mandar un mensaje inconsciente que, en lo esencial, parece único. 

La gente está diciendo mirad que yo también soy importante a través de lo que hago, de lo que pienso, de lo que digo, de lo que veo. No solamente lo que hacen los famosos, los poderosos, los ricos. Yo también sé ser yo mismo y no un simulacro de anonimato ciudadano.



2 apostillas:

Juan Poz dijo...

Si el yo depende del hacer, ¡que menoscabo tan hiriente sufre el de todas y cada una de esas almas cándidas que confunden juntar palabras con escribir!
No creo que se busque la autoafirmación, sino, como mucho, la comunicación: quiere descubrirse el interlocutor privilegiado, por más que del lado del yo oferente poco se haga para atraerlo y sí mucho para ahuyentarlo.

Javier dijo...

Esas redes son telarañas tan atractivas que las pobres moscas, yonkis de lo virtual, no se enteran de que forman parte de una enorme y premeditada digestión. ¿Y cómo habrían de darse cuenta si nadie se lo dice?, preguntará algún ingenuo. Lo que ninguno parece saber es que ellos mismos son la respuesta.

Anhelos y frustraciones se aúnan para constituir poco más que una triste conciencia, ni social ni individual, solo mórbida, ansiosa de una nueva dosis de reafirmación en el absurdo compartido por tantos. Les es suficiente, a lo que parece, con que a otros 80 más de cada tanda les guste.

Un abrazo.