Borradores

8.11.12




Aprendí a tener clara la letra y el trazo elegante. Mis ejercicios caligráficos me facilitaron regalar a mis amigos y compañeros de estudios los primeros libritos de poemas. Aún quedarán copias avergonzadas en algún cajón de mi torpeza neófita.

La máquina de escribir condicionó mi impulso dactilográfico pero no restó cuerpo a las palabras en el papel escritas. Eso sí, se multiplicaron las copias.

El siguiente paso era la publicación. Llegó con el tiempo.

Hasta ese momento me autocontemplaba, me detenía en mimar y mirar lo nacido, porque las palabras quedaban ahí. Ahora no. Escribir ya no es escribir. Es descuartizarse en la vorágine de los soportes de la tecnología.

La escritura ha perdido la solidez de la palabra escrita para licuarse en lectura virtualizada y volátil. En efímera aparición que emerge para vertiginosa caducar.

No importa lo que escribí ayer porque la necesidad es hoy, ahora, en este instante. No hay más intermediario que el ordenador e Internet. Si censuras, sin editores, sin padrinos. El tiempo es voraz, como decía Ovidio, y antes de ser devorado hay que cambiar escritura por tiempo. Sin pausa, sin apenas tomar aliento. Escribo y reescribo sobre lo escrito.

En el blog, en el Twitter, en el Facebook. La escritura fragmentada que va hacia un lector que, en igual medida, se dispersa en mil instantes y aprende a leer bajo cualquier soporte, en cualquier lugar, en cualquier dirección.



2 apostillas:

Juan Poz dijo...

El peligro de esa aspersión tuya es la dispersión nuestra, pero también la multiplicación instantánea del reconocimiento.

Anónimo dijo...

A mí me encanta leerte por toos laos pero ANHELO, ansío, deseo… agarrarte con las manos, tumbarme contigo en la cama y levantarme con tu recuerdo después; rescatarte de entre las sábanas, que me acompañes en el metro sentada y de pie, que tú lo que tienes es mucho cuento, hombre!! Que se te vea ya el plumero, Francisco. Novélate, anda.. una que te imagina. yolijolie