Aquel hombre sentado en el suelo de una calle céntrica, mugriento y pedigüeño, no quería dinero. Escrito a mano, con trazos de ansiedad, sobre un trozo de cartón se podía leer: dame tiempo.
Mendigo
16.8.09
Aquel hombre sentado en el suelo de una calle céntrica, mugriento y pedigüeño, no quería dinero. Escrito a mano, con trazos de ansiedad, sobre un trozo de cartón se podía leer: dame tiempo.
Etiquetas: cuentos diminutos
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3 apostillas:
Es verdad,
Hoy, es el tesoro más grande que existe, y se nos escurre, como agua entre los dedos.
La mejor manera de querer a alguien, es darle tú tiempo.
Un beso
Genial.
Más que genial.
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