Subí sin darme cuenta una mañana
no sé si luminosa ni sé
si era de octubre o si era de abril.
En la memoria no guardo fechas,
sólo un álbum de fotos imperfectas.
Y comenzó el viaje que parecía lento
y lejano el final de aquel trayecto.
La estación de partida era una fiesta
porque aceleraba mi corazón
y la impaciencia me hacia imaginar
otros lugares.
Al final del camino ya nada se detiene
y ves pasar las estaciones
como quien ve caer la lluvia
tras el cristal
y tiene miedo a mojarse
porque sabe del dolor y del placer
de estar calado hasta los huesos.
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