Ellas

17.7.18



Las historias de superación, esas que a menudo nos cuentan los medios de comunicación, son bonitas y conmovedoras. Tienen un efecto como de letrero luminoso que nos llama la atención y nos alela porque somos de corazón templado. Son paradigmas que proyectan una imagen para infundir valor ante los golpes adversos del azar. 

Prefiero, en cambio, quedarme con esas otras personas atrapadas en la telaraña de su cartografía vital, esas que están recluidas en un minúsculo espacio de existencia. Me quedo con las que no tienen fuerza para reivindicar una mejora personal y ven ajarse su dicha; con quienes son inhábiles para superar sus limitaciones o, tristemente, tienen que aguantar la determinación que les tocó vivir. Elijo estar con los seres anónimos y con los que no tienen una segunda oportunidad, con los que han perdido todos los trenes y no tienen a nadie que los rescate. 

Estoy con ellas porque no son noticia, porque supieron solas de su dolor y se borraron de la existencia sin otro eco que el de su respiración. Esas personas invisibles a las que no alcanza la solidaridad, inmersas en la sordidez, la soledad incomprendida y su desconocida condición humana. 

Ellas son la fábula de vivir sin moraleja, la parábola no enseñada, la ejemplaridad velada, el apólogo de quienes no cuentan, las huellas borradas, el semblante oscurecido y que acabarán cubiertas por la gruesa tela de la indiferencia.



3 apostillas:

Ikana dijo...

La parte de la historia que no se cuenta

Juan Poz dijo...

La paradoja es que quienes cuentan esa historia no pertenecen a ese mundo y si alguien de ese mundo halla la voz y las palabras para contarla, deja inmediatamente de pertenecer a él...

Albada Dos dijo...

No hay moraleja ni grandeza en las miles de historias sin segundas oportunidades, sin prensa delante y con dolor, ese dolor profundo de lo perdido. Imagino que hablabas de ese chaval operado en España de su columna seccionada. A él se le ha abierto una ventana de futuro, pero a tanta y tanta gente como él le sigue rondando la tristeza sin fisuras más atroz

Buena reflexión. Un abrazo