Una tarde en el museo
3.12.13
—Señor Rostand, ¿cree en la amplitud de miras?
—Tener espíritu abierto no significa tenerlo abierto a todas las necesidades.
—Ni hacerlo cuando se tenga razón.
―Consiente en ceder cuando tengas razón, con tal de que sepas ser intransigente cuando estés equivocado.
—¿Y eso no es desesperante?
―Más allá de la desesperación hay algo que tal vez no es exactamente resignación.
—La resignación ante las pérdidas.
―No se puede amar con perfección sino lo que se ha perdido para siempre.
―Está en la naturaleza humana.
―Rehúso discutir con los que siento menos sensibles a la verdad que yo.
—De esos hay grana variedad.
―Nuestra psicología se construye sobre pocos seres: elegid bien al que se ama o al que se odia.
—La polarización del sentimiento.
―Cuántos ruidos inútiles deben hacer un hombre para llegar hasta un corazón secreto...
―...que ama silente.
―Se cree uno feliz cuando cree dirigirse hacia lo que cree amar.
―La felicidad, ese dulce espejismo.
―Después de cada infortunio se efectúa en nosotros como una extraña muda del alma.
—La piel del corazón es la que mudamos,
—Estamos frustrados en nuestra carne de todo lo que ha soñado nuestro espíritu.
Etiquetas: aforismo dialógico, Jean Rostand
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