A José Doménico lo conocí un verano mientras trabajaba en un bar restaurante en mi época estudiantil para lograr algún dinero. Se pegaba a la barra y desplegaba su discurso de filósofo tabernario como él se definía. Solía contar chistes que venían a ser sus máximas para explicar el mundo. En cierta ocasión refirió el chascarrillo del hombre que andaba por el desierto con un yunque entre sus manos. Preguntado por su propósito, el individuo explicaba que era una técnica evasiva por si aparecía una fiera, momento en el que soltaría el pesado hierro y podría andar más rápido. Doménico decía que así pasa en nuestras vidas, ya que si somos capaces de dejar las pesadas cargas que nos ralentizan, podemos andar más ligeros y sin el lastre de los engorros que nos frenan ante lo esencial.
15-M:« Pienso luego insisto»
6 apostillas:
La vida es un aprendizaje hasta el final, o debería serlo. Creo que lo acertado es buscar lo esencial, como bien dices. Ir soltando lastre me parece un método magnífico para seguir aprendiendo.
Estúpido pero genial, No son ideas contrapuestas
El yunque es nuestro yugo: ni siempre lo elegimos nosotros, ni siempre podemos arrojarlo de nuestra vida.
Saludos.
Yunque de platero=Tas ¡Qué hermosa palabra a la que me gustaría estar unido por un finísimo hilo de plata!
Siempre y cuando al dejarla no te caiga en el pie...
El problema, creo yo, no estriba en ser capaces de dejar las pesadas cargas que se eternizan y, en algunos casos, hasta nos son impuestas de tal forma que las hacemos propias y aceptamos de manera totalmente voluntaría.
El problema es que, a veces, sin cargas, ni nos reconocemos al no otorgarnos a nosostros mismos valor alguno por carecer de ellas.
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