‘El sopas’

21.8.09



Al conocerle no entendí por qué aquel muchacho espigado, más alto y fuerte que los demás niños, tenía tan poca consideración entre la chiquillada del barrio. Lo miraba y no acertaba a saber cómo no se defendía de un trato que, en ocasiones, rozaba lo humillante, cuando con una simple amenaza de su fuerza todos hubieran corrido despavoridos. A veces me inquietaba su actitud lánguida y retraída mientras observaba, sin participar, los juegos infantiles de los demás chavales.
Supe que le gastaban terribles bromas y que su apodo tuvo su origen en un peculiar desayuno al que fue invitado para mitigar sus penurias. El tazón de leche era el océano y él metió la cuchara hasta el fondo del mar y extrajo un preciado botín para su hambre: una sopa de pan.

1 apostillas:

Padrino dijo...

Maravilloso maestro.
Gracias.