–A un tipo que se llama Fernando Alonso por correr mucho con un coche le dan el premio Príncipe de Asturias. En cambio, a mi hija, que es gimnasta desde niña, que entrena hasta ocho horas diarias, que casi si la vemos, no le dan ni las gracias. Y cuando hablo de mi hija hablo también de sus compañeras o de otros atletas anónimos, de los corredores o de los ciclistas. Eso sí es sacrificio y eso sí es deporte.
La escucho en silencio.
–¿Pero en qué país vivimos?
–En este –le digo–. Y se marcha.
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