—Esta tubería está fatal.
—Es por eso que le llamé para que haga su trabajo.
—Sí, que no están los tiempos como para rechazar ningún encargo.
—Mientras el trabajo se percibía como una alienación cabía hacerle desempeñar un papel subversivo (...) Pero en nuestra nueva logística de interacción hombre-máquina ya no hay tal trabajo. El hombre y la máquina están en interfaz. Ya no existe un sujeto del trabajo.
—Eso, pues que los políticos les echen imaginación.
―¿Quién habló de la imaginación al poder? Nunca hubo imaginación en el poder.
―Ellos están ahí para eso y para contarnos la verdad de lo que está pasando.
―No hay afrodisíaco como la inocencia. El simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero.
―Vale yo seré un ingenuo pero en algo habrá que confiar.
―El secreto de los grandes políticos fue saber que el poder no existe. Que no es más que un espacio perspectivo de simulación.
—No veo que eso le importe a la gente.
—La cobardía intelectual se ha convertido en una verdadera disciplina olímpica de nuestro tiempo.
—Entonces mejor que la suerte nos sonría y así nos podremos tumbar en una playa a tomar el sol.
—El aburrimiento es como un zoom despiadado sobre la epidermis de tiempo. La única cosa peor que ser aburrido es estar aburrido.
—Aquí tiene su factura señor Baudrillard. Le aseguro que es real y verdadera.
—Se puede soñar con una cultura donde todo el mundo estalla en risas cuando alguien dice: esto es cierto, esto es real.
—Me marcho. Adiós.