Las tres ces
12.1.19
En uno de los múltiples destinos de mi periplo escolar fui a parar a un edificio grandilocuente y ruinoso, formado por dos plantas de alturas desproporcionadas y dos patios, un intricado laberinto de pasillos oscuros y un gran almacén que hacía las veces de salón de actos. Ingresé en tercer curso de primaria a los pocos días de haber comenzado el curso y aún recuerdo lo que primeramente me impresionó: no saber qué me daba más miedo si los maestros o mis nuevos compañeros. El temor se pasó y durante los cuatro años siguientes fui un alumno más o menos.
La chiquillería, tan dada a contar historias, fabulaba que aquel edificio primero estuvo dedicado a ser un convento de monjas, luego pasó a ser una cárcel y, finalmente, antes de ser derribado, se usó como colegio. De alguna manera el inmueble cumplió con una peculiaridad común a todos sus moradores: la reclusión.
Etiquetas: historias, personajes
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3 apostillas:
Un recinto cerrado y que contenía a personas fuera de la sociedad, vaya. Un `precioso post. hay edificios con una vocación tan clara, que son reincidentes
Un abrazo
...la imposición y el acato.
Que conste en mi descargo que intenté ser un buen carcelero...
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