En busca de lo inefable

15.9.15



—¿Estamos abonados al presente, señor Jankélévitch?
—El alma que ya no es acosada por la angustia por el futuro ni por la obsesión del pasado, el alma sin fiebre, sin obligaciones, sin impetuosidad, conoce por fin el dulce abandono al presente.
—¿Y el pasado no actúa como fuente que nutre el presente?
—El pasado necesita que se le ayude, necesita ser recordado a los olvidadizos, a los frívolos, a los indiferentes.
—¿Olvidar eso no nos lleva a un ser seres puramente hedonistas? 
—El placer contiene en sí el germen del dolor, pues produce una posibilidad de conciencia que no sólo destruye su plenitud sino que pone de manifiesto su insuficiencia e introduce una duda que lo socava. Esta conciencia que reflexiona sobre el placer es el origen de la moral y recorrerá un camino penoso: la inminencia de la sanción, el remordimiento, el desconsuelo y el sentimiento de lo irreversible.
—¿Y ahí que pinta el amor?
—Toda la esencia del amor figura en aquel primer movimiento espontáneo y gratuito que nunca es algo debido, que no es la contrapartida de nada.
—¿El amor no es compensación?
—El amor es la continuidad de la justicia; el amor es la voluntad de la justicia. Ningún mecanismo social sustituye esta buena voluntad, esta inspiración de una benevolencia elocuente e ingeniosa que es la única razón suficiente del desinterés, la única garantía permanente de la paz.
—¿Respeto o tolerancia, qué elige?
—El respeto es algo que se siente hacia los demás; el respeto es pues el intermediario entre el comportamiento vacío de la tolerancia y la positividad gratuita del amor, entre la observancia ceremonial y la caridad.
—¿Y la piedad?
—La piedad es una brecha ilegal en el muro de lo implacable, de la implacable legalidad. Al perdonar al culpable, practica en el rigor inflexible del derecho la primera apertura amorosa; inaugura así el nuevo orden de la clemencia y la equidad, que es la iniciación a la gracia.
—¿Se puede tener conciencia de lo que somos?
—Amar, dar, perdonar, crear, estas cuatro palabras designan cuatro formas de iniciativa, cuatro formas de inocencia: bajo estas cuatro formas, la conciencia efectúa un movimiento eferente y directo hacia el otro o hacia el objeto, un movimiento sin retorno hacia sí mismo.
—¿Y qué somos?    
—Para ser alguien aquí y ahora, hay que renunciar a ser otro, en otra parte o más tarde.
—¿Acaso no somos la poquedad de un momento?
—El instante es el punto vertiginoso donde el tiempo y el espacio coinciden, donde cualidad y cantidad aparecen una en la otra, donde la forma y la materia se hacen uno, donde la relación misma se recoge hasta ser un absoluto.



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