«El emperador Constantino, que elevó el cristianismo al poder, mató a su esposa Fausta y a su hijo mayor Crispo el mismo año que convocó el Concilio de Nicea para decidir si Jesucristo era un hombre o el Hijo de Dios. En el Concilio se decidió que Cristo era consubstancial con el Padre. Esto fue en el año 325. Por tanto nosotros estamos en deuda con alguien que asesinó a su esposa, por haber establecido la desconcertante cuestión de la divinidad del Salvador», manifestó el político Robert G. Ingersoll. En cuestiones de fe los sacrificios son grandes cuando no absurdos, pero en la ambición del poder son abyectos.
Indispensables
21.2.15
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