En la escuela

18.6.13



—Todo comenzó como un juego. Recuerdo la pedagogía cantarina con nos hacían aprender las palabras. Y como después todo se relacionó.
—En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra "madre" era la palabra "madre" y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba.
—En eso a mí las palabras me ayudaron mucho a ser de esa manera que tú cuentas Julio.
— Ya sospechaba de niño, que ponerle nombre a una cosa era apropiármela. No bastaba eso, necesité siempre cambiar periódicamente los nombres de quienes me rodeaban, porque así rechazaba el conformismo, la lenta sustitución de un ser por un nombre.
—Una manera de buscarse uno mismo en el laberinto de las palabras.
—La cultura es el ejercicio profundo de la identidad.
—Esa tantas veces incomprendida.
—No me perdonan lo que ellos no supieron.



1 apostillas:

Juan Poz dijo...

Y sin embargo, lo propio de los conceptos es la desfiguración de las cosas. ¡Cuántos no leen ciegamente! Las palabras, a menudo, nos velan la percepción de las cosas. Ya decía Montaigne que "la elocuencia hace injusticia a las cosas", porque las oculta o las desfigura,cuando no las aniquila. Quedarse en las palabras e ir de ellas a las cosas es otro viaje, sin duda.