Judith

17.12.10



Ese es el nombre de una joven mujer nigeriana de apenas treinta años. Parió en el mar —cerca de la isla de Alborán— una niña a la quiso llamar Felicidad. Foco de atención de todos los medios de comunicación, a Judith lo que más le maravilló mientras estuvo internada en el hospital fue que de un grifo saliera agua corriente y con un interruptor se encendiera una luz, dos de los gestos más simples y cotidianos en esta sociedad.

En cambio los niños nativos de la era digital, esos que cumplen sus deseos a golpe de clic de ratón, son incapaces de valorar tanto prodigio. Definitivamente, caminamos hacia una sociedad mutilada, a la que le han extirpado su capacidad para valorar aquello que le rodea.



5 apostillas:

Magica Follia dijo...

triste realidad, Francisco, tengo la esperanza de que no alcancemos a ver como real el contenido de una frase que pronuncia Pacino en la peli "perfume de mujer". "No hay nada más triste que ver un espíritu mutilado"... un abrazo desde Buenos Aires.

Malo Malísimo dijo...

Cuando nací, la cocina era de leña, recuerdo la bombilla colgando mustia del cable de tela y el candil y el carburo siempre dispuestos porque más que apagones teníamos alumbrones, después llego el teléfono, un trasto con dos campanillos en lo alto y una caja con dos baterías de 20 centrímetros, llegó la Tv, en blanco y negro y un canal que se veía de cuando en cuando y un día apareció el butano...y los vecinos iban a ver y preguntaban ¿por donde se le mete la leña?...cualquiera dirría que tengo...¿cuantos años? Tan sólo cincuenta. Y mis hijos deberían de pasar por eso, así valorarían lo que tienen..que además hasta les sobra...Algún día y espero verlo, marcharán todos unidos camino del norte y cruzarán como puedan el mar que nos separa...¿Qué haremos...los matamos, los expulsamos o tendremos que compartir de una vez por todas?

Vloj dijo...

Ojala que del estrecho hasta ciudad del cabo algún día todos los niños puedan ignorar que un día no había agua en los grifos... por triste que suene... pero mejor eso que ya encontrarán ellos qué valorar en esta sociedad Orwelliana!
un saludo

Joselu dijo...

La sorpresa necesita de la inocencia, y esta ya no existe en nuestras tierras. Somos seres a los que les cuesta mucho admirarse y sorprenderse. Es como si lo hubiéramos visto todo, y no es verdad.

Juan Poz dijo...

Camino del trabajo, me cruzo con un viejo desastrado y sonriente que se para en cada alcorque, se abraza al árbol que lo ocupa y lo besa. Lo hace con todos los que jalonan la avenida que recorro. "¡He ahí mi modelo!", me digo.