Gastronomía

19.8.12




La cocina era un infierno. El camarero pidió una ración de diablos.




Autopsia

18.8.12




El forense no supo explicar cómo el fallecido se había ahogado en un vaso de agua.




Moreno de playa

17.8.12




La playa desierta se pobló de pálidos fantasmas que tomaban el sol.




El probador

16.8.12




Después de haber ensayado ante el espejo con un centenar de bikinis asumió que el nudismo era lo mejor para una foca.




Escuela de verano

15.8.12




Le enseñaron a sudar la gota gorda.




Gajes del oficio

14.8.12




Dio un salto mortal y falleció a continuación.




Mudez

13.8.12




Actuó sin escrúpulos, tenía afónica la voz de la conciencia.




Condena

12.8.12




Esclavo de sus palabras fue enviado a remar a una galerada.




Expendedora

11.8.12




La máquina de refrescos apretó un botón y salió un bañista.




El espeto

10.8.12




La sardina protestó mientras se asaba porque no habían acudido los bomberos a su llamada.




La cata

9.8.12




El niño probó los helados uno a uno mientras el heladero suplicaba por una concordancia en el gusto infantil.




Discordancia

8.8.12




El hombre que vivía en un frigorífico se quedó helado cuando salió fuera.




Bucaneros

7.8.12




Vendía cedés piratas por la orilla del mar cuando lo abordaron unos agentes con patente de corso.




Destino tropical

6.8.12




Nunca me dijiste que a los pingüinos les gustaban las piñas.




El mensaje

5.8.12




Leyó en su WhatsApp: la isla está bien, el problema son los mosquitos, se han comido a tres turistas.




Agencia de viajes

4.8.12




La promoción este verano era un viaje sin retorno.




Veraneo

3.8.12




Agosto chapoteaba feliz en las leves olas del rebalaje cuando de repente su mamá lo cogió del brazo y lo sacó, bruscamente, del agua. «No te bañas más hasta que no meriendes»




Armisticio

2.8.12




Las medusas habían tomado la playa tras el desembarco y los bañistas, atrincherados, resistían bajo las sombrillas. No hubo piedad para los invasores.




Ficciones de estío

1.8.12




El verano es un cuento contado al revés del invierno.






Nota del autor.- Puesto en marcha el cuentógrafo canicular, estos breves textos para leer en un parpadeo, serán el único aliento del blog durante agosto.

Terraza al mar

31.7.12




—Hay una hermosa vista desde aquí para perderse en el horizonte.
Como dijo mi amigo, el cineasta Fernando Birri: «La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar».
—¿Qué te apetece Eduardo? Yo voy a tomar un té porque como dijo Okakura Kakuzō, el té carece de la arrogancia del vino, del individualismo consciente del café, de la inocencia sonriente del cacao.
—Sociedad de consumo. Prodigioso envase lleno de nada. Invención de alto valor científico, que permite suprimir las necesidades reales, mediante la oportuna imposición de necesidades artificiales.
—El progreso tiene un precio.
—El desarrollo desarrolla la desigualdad.
—Y la frustración.
—El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso.
—En cambio pocos se resisten a ese juego.
—Estamos en plena cultura del envase. El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo y la misa más que Dios.
─Hablando de deidades, la religión como el capitalismo tienen como método común la especulación.
─Como Dios, el capitalismo tiene la mejor opinión sobre sí mismo, y no duda de su propia eternidad.
—Siempre nos quedará la caridad cristiana.
—A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder.
—La gente tiene miedo y antes de rebelarse prefiere llorar para que le den.
—Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen.
—Más que personas somos contribuidores, más que ciudadanos somos consumidores para lo que nos han educado.
—La cultura de consumo, cultura del desvínculo, nos adiestra para creer que las cosas ocurren porque sí.
—O te enemistas con el que manda.
—¿No tienes enemigos? ¿Cómo que no? ¿Es que jamás dijiste la verdad, ni jamás amaste la justicia.
—O jamás te vendiste a algún precio.
—Con el dinero ocurre al revés que con las personas: cuanto más libre, peor.
—¿No es un libre mercado donde vivimos?
—En el mercado libre es natural la victoria del fuerte y legítima la aniquilación del débil. Así se eleva el racismo a la categoría de doctrina económica.
—Esta polarización del poder nos está matando.
—El poder es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha.
—Entonces necesitamos un verdadero cambio.
—Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.