Elefantes

5.6.14



Había un hombre que cada diez minutos daba palmadas para espantar elefantes. Cuando alguien le preguntó qué hacía se lo explicó. El otro le dijo que allí no había elefantes y el primero le argumentó que por si acaso. La anécdota la cita Paúl Watzlawick, profesor de filosofía, quien explica que la moraleja de la historia es que «rechazar o eludir una situación peligrosa de buenas a primeras parece ser la solución más razonable, pero, por otra parte, también garantiza la permanencia del problema». No sé si todo esto tiene que ver algo con la realidad de estos días. ¿Quién está dando palmadas para espantar manadas de elefantes?



1 apostillas:

Juan Poz dijo...

La ausencia de elefantes también prueba la eficacia del método, ¿no? De ahí que no pueda dejar de usarlo...