Pasiones

1.6.25


Anselmo era un pacífico vecino, un padre ejemplar y popular amigo. Diríase que su vida de tan buena que era parecía aburrida y gris por lo flemática. No había contraste solo un color plano de la existencia. Salvo una excepción, su interacción con la pantalla de televisión cuando jugaba su equipo de fútbol. Ahí aparecía toda una paleta de colorido cromático. Nadie, tan solo él, podía trascender con tanta interconectividad a la representación de realidad que sentía. Lo de menos era insultar o gritar, porque era capaz de transmutarse en uno de los actores del espectáculo deportivo, normalmente en el entrenador del equipo. Era tal su mímesis con el plasma que ocurrió una abducción catódica que lo llevó hasta el banquillo de un club de la Premier League. Y desde entonces es un reputadísimo míster internacional.



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