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Diseminados

3.9.22



Nada crecerá mañana si no sembramos sueños bajo la fértil lluvia de la imaginación.



Acuosidades

1.4.22



El lenguaje de la lluvia siempre narra historias húmidas.



Manantial

1.5.21



Siendo niño la lluvia me hacía sentir vulnerable. Luego, alguien bienintencionado, me decía para restar importancia: «son cuatro gotas; eso no mata a nadie». Creo que de esa incomprensión, de ese anular la sensibilidad es de donde nace la poesía.



Mojarse

5.5.20



Me gusta la lluvia cuando no llueve y me moja interiormente, anegándome con los recuerdos que forman esa laguna que es la memoria.



Vacunación

23.4.20



Mi infancia está poblada de charcos y botas de agua y chaparrones que oscurecían la ciudad y las ganas de salir a la calle. Mi niñez son historias de cuando llegaban las riadas y arrastraban el fango impertinente de vida y lo vomitaban al mar. Cuando era un bebé mis padres me olvidaron en la cuna una noche de truenos y relámpagos porque el edificio se venía abajo, y en plena oscuridad les iluminó mi llanto de niño abandonado y volvieron preocupados a rescatarme en pañales. 

Mis juegos de lluvia fueron lanzar un hierro contra la tierra embarrada para después saltar a la pata coja donde el clavo se había incrustado; o tratar de detener las pequeñas torrenteras con improvisadas presas de piedras y barro; o jugar a la pelota bajo un manto de agua. 

Mi confinamiento de lluvia ocurrió durante cuarenta días que no paró de llover y el sol desapareció, cuando los niños jugábamos en la calle porque la televisión era poca o no había. Una cuarentena de aguas que ocurrió cuando los adultos nos decían que criaríamos ranas en los bolsillos y la realidad era húmeda y gris y poco alegre. Es por ello que a esta clausura nada le temo. Nos vacunaron en aquel tiempo.



Pasar el tablón

10.5.19




Aquellos chaparrones de octubre traen a mi memoria vivencias asombrosas de la infancia. Los días que la lluvia anegaba las calles solían colocar un tablón de una parte a otra de la calle y que la gente pudiera cruzar sin mojarse los pies. Al salir de casa llevaba la advertencia de mi madre para que usara, con cuidado, aquel puente improvisado y mantenerme seco para ir al colegio o para volver a casa. 

Pasar por el madero y mantener el equilibrio para no caer suponía un cierto temor en mi mente infantil, porque dudaba si pasar rápido o atravesarlo lentamente con tal de no empaparme, algo que azoraba mi mente inocente de experiencias. 

Aunque la sensación que más me impresionaba era sentir bajos mis pies la ondulación de la manera que vibraba por el peso y trasmitía un temblor a todo mi cuerpo, provocando un momento de vacilación y miedo a ponerme chorreando. Impresión semejante a la que experimentamos en nuestra vida cuando tenemos que cruzar esos momentos que nos llenan de angustia y vértigo. 



Llueve sobre mojado

31.3.08

Uno se miente como quien se pone un chubasquero para guarecerse de la lluvia del mundo. Pero hay quien se siente tan cómodo con esa prenda que ni cuando cesa el aguacero es capaz de quitárselo. Se lo impide un narcisismo atroz.

Dibujo de agua

24.4.05


Lloverá.
Y la lluvia traerá
hilos de agua a la memoria.
Traerá días tan líquidos
como lágrimas en el mar
y un exceso de humedad en los labios
que luego formularán besos mojados.

Ausencias

15.3.05




Como el que pierde en el metro su paraguas y ya siempre se moja con la lluvia. Es difícil reponerse de las pérdidas.