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Pensamientos despeinados

24.3.15



—Cuando el agua te llega al cuello, no te preocupes si no es potable.
—¿Puedo ahogarme con tranquilidad?
—La ignorancia humana no permanece detrás de la ciencia, crece tan rápidamente como ésta.
—Por eso nos va como nos va.
—La primera obligación de la inteligencia es desconfiar de ella misma.
—Incluida la de uno mismo.
—El progreso de la medicina nos depara el fin de aquella época liberal en la que el hombre aún podía morirse de lo que quería.
—Ahora todo es más  complicado. Incluso morirse.
—Cuando saltes de alegría, cuida de que nadie te quite la tierra debajo de los pies.
—Y cuando llores de pena ten a mano un pañuelo.
—Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla.
—Esos son iguales ante sí mismos. Lo cual es penoso.
—Tenía la conciencia limpia; no la usaba nunca.
—Si era así es porque tenía sucio el corazón.
—Un Estado policial no sólo está habitado por policías.
—Entonces el nuestro debe ser un Estado político, porque abundan mucho los políticos.
—Muchos que quisieron traer luz, fueron colgados de un farol.
—Otros quisieron traer sabiduría y fueron encerrados en los libros.
—En la batalla de las ideas muere la gente.
—También se muere la gente por no tener idea.
—Para hacerse oír, a veces hay que cerrar la boca.
—Y para hacerse callar también, señor Lec.