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Viaje subterráneo

13.5.14



—Sabe, hay días que cierro los ojos para no ver este recorrido que hago a diario, menos los domingos. No quiero ver esta imagen repetitiva de mi vida.
—Cerrar los ojos... no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oídos no va a hacer que el tiempo se detenga.
—Puede ser pero así es como no sentir nada, no querer que el vagón se detenga en ninguna estación. 
—En este mundo, nada hay tan cruel como la desolación de no desear nada.
—Más desolado está el insatisfecho.
—Dar todo lo que tienes, aguantar todo lo que tengas que aguantar y saber que puedes estar satisfecho.
—En este recorrido sólo hay pérdidas, señor Murakami.
—Las heridas emocionales son el precio que todos tenemos que pagar para ser independientes.
—Eso nunca se termina de comprender bien.
—Por eso ahora estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaban de comprender las cosas hasta que las ponen por escrito.
—Ese puede ser otro gesto inútil.
—Aunque sea un acto inútil, el esfuerzo que le pones se queda dentro de ti.
—No me parece que usted ni yo seamos seres normales.
—Lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales.
—Me bajo en esta estación sin nombre. Así no me olvido del último pasajero con el que hablé.
—Siempre es mejor que la gente hable cara a cara, con el corazón en la mano. De lo contrario acaban surgiendo malentendidos. Y los malentendidos, ¿Sabe?, son una fuente de infelicidad...



Amigos de letras

26.4.14



Haruki Murakami, manifestaba: «leía mucho, lo que no quiere decir que leyera muchos libros. Más bien prefería releer las obras que me habían gustado. (...) Así pues, no tenía este punto en común con los demás, y leía mis libros a solas y en silencio. Los releía y cerraba los ojos y me llenaban de su aroma. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz». El erotismo del conocimiento y la imaginación, a veces, parecen infinitos ante un buen libro.