Vocación

27.5.16



Reflexionando sobre el hecho de ser escritor recuerdo toda la energía destinada a ese empeño durante mi juventud. Más que la escritura en sí estaba el hecho de producir páginas y extraviarme en la prosa y el verso, afanoso de engordar un currículo que respaldara esa denominación de escritor.

Ahora, después de tantas páginas escritas, de invocar la palabra y ahogarme en los textos, es cuando más apocado tengo el sentimiento de ser escritor, cuando menos siento la necesidad de significarme en el mundo de las letras, agotado el furor juvenil y libre de la ambición adulta.

Es, en este momento, cuando reposan las letras en el exilio de la literatura, en la frontera de la identidad perdida, en lo transliterario, donde lo que menos importa es ser función de escritor y sí vivir dentro de ella.



2 apostillas:

Joselu dijo...

Muchos son los llamados, pocos los elegidos. Ese es el drama, llevado con dignidad y estoicismo. Esa es la verdad que nos queda.

Juan Poz dijo...

La aspiración suprema de Mallarmé fue la página en blanco. Maduramos, definitivamente, cuando entendemos (interiorizándola) esa irreprochablemente hermosa aspiración.