La adrenalina de la memoria

15.1.15



La vida nos devela algunas veces paisajes interiores que el paso del tiempo había hecho invisibles.

Hace unos días me invitaron a entrar en un grupo de Facebook, formado por quienes formaron una generación de jóvenes que acabó el Curso de Orientación Universitaria hace muchos años.

De repente una red de recuerdos comenzó a tejerse, más en mi corazón que en mi cabeza, y como si de un narcótico se tratara me dio un subidón de nostalgia, de adrenalina evocadora.

Algo que me hizo flotar en un río de imágenes y de sensaciones que parecían anestesiadas por los años, donde no faltaban referencias a los profesores que dejaron una huella indeleble,  anécdotas de juventud, pesar por quienes ya no estaban, reminiscencia de viajes emocionantes y aquella chica sentada junto a mí en el autobús que sigue, como entonces, dormida sobre mi hombro.



5 apostillas:

María dijo...

Mmmm vaya cosa más bonita has escrito!

Todo un subidón de adrenalina nostálgica, menos mal que solo te invitaron a un grupo de Face si te invitan a una fiesta de ex alumnos viajas en la máquina del tiempo al jurásico y te haces amigo de Spielberg :-)


Un beso muy grande.

Juan Poz dijo...

En efecto, los recuerdos no brotan de la memoria, sino del corazón.

mariola dijo...

Un título perfecto para un texto que deja caer en eses recuerdos evocadores también al que lo lee.
El final precioso, redondo.
un abrazo.

Joselu dijo...

Abomino de la nostalgia. No hay nada en el pasado que me interese si no es como campo de un relato en que pueda utilizarlo como materia narrativa o poética. Solo hay un tiempo que me interesa vitalmente e intelectualmente: el de mis primeros años de vida, hasta los seis. A él he vuelto con contumacia. Allí estaba lo que soy yo. Entero, desvalido, complejo, duro, frágil, soñador. Lo que fui en mi gris adolescencia no me interesa, ni el que luego llegó a la universidad, ni mis compañeros, ni las chicas de aquel entonces, nada. No hay nada que me una a aquello. Está muerto virtualmente. Pero sí que me gustaría ver por un espejo mágico a aquel niño alucinado que fui hasta el día de mi primera comunión antes de cumplir los siete. Luego ya no me interesa demasiado. O nada. Ya ni leo libros prácticamente en papel.

Anónimo dijo...

Ya lo decía Rilke, la patria está en la infancia, bueno de leerte, un abrazo